domingo, julio 25

La Locura es la Razón

'Odio entrar a esa maldita habitación!' Grité mientras me llevaban allí 'No quiero estar ahí, quiero estar acá afuera... No me gusta estar aislado'. Me arrastraban tomandome desde mis brazos, no podía mover mis piernas, las tenía dormidas por los calmantes que me daban en aquel horrible lugar. Me tiraron dentro de la habitación que odio, la que tanto miedo me da, intenté gritar, pero no pude, cerraron la puerta y me dejaron solo.

No se cuando pasó, no se si me dormí o qué, pero ya estaba más conciente. Abrí los ojos y me puse a mirar el techo.. Allí mucho no podía hacer, ya que era una habitación... Vacía. Me acerqué a la puerta y comencé a golpearla. 'Tengo hambre!' grité, y la pequeña ventana se abrió, unos ojos celestes de mujer me miraron con cierta ternura y con voz melosa me dijo 'En unos minutos te traeremos la cena, por favor no grites' y el pequeño rectángulo fue tapado. Me alejé de la puerta y me puse en un rincón... No sabía que hacer, ni siquiera sabía por qué seguía allí... Curado estar, estaba... Pero dichosamente faltaban algunos examenes entonces no podían dejarme ir. Me quedé pensando qué fue lo que hice para que me encierren de nuevo allí, tal vez tuve un ataque y quise atacar a alguien, pero nunca lo puedo recordar, cuando me voy de mis casillas no recuerdo la razón. Mientras navegaba en mi mente la puerta se abrió y me trajeron una bandeja con comida; agradecí con la cabeza y tome la bandeja y me dedique a saborear la comida. Hacía ya un año y medio que me encontraba en este hospital, del cual ya me acostumbré a la comida, aunque desde hace ya unos meses mi abuela me manda algunas cosas para comer, una vez al mes exactamente, me envía cosas como tortas y esas cosas, dieron ese permiso cuando vieron mi avance, el cual ahora al parecer esta retrocediendo.
Terminada mi merienda, o cena, no sabría decirles que hora era, y la comida allí es toda igual, así que, grité de nuevo para llamar un poco la atención. Los enfermeros vinieron rápido, me encanta hacer eso, aunque ya sé que es cruel. Les pedí por favor que se lleven la bandeja y si podían traerme lápiz y papel, que me sentía inspirado... Ah, sí, soy escritor, por si no les dije; pero no tenía ganas de escribir, tenía ganas de dibujar. A los pocos minutos me trajeron muchos papeles y unos cuantos lápices, como es común allí. Comencé haciendo un retrato de mi amada, oh, aquella que tanto extraño, pero ya la veo tan pocas veces que apenas recuerdo su rostro. Ella nunca me dejará de amar, yo lo sé, lo compruebo cada vez que viene a visitarme... Cuando tiene tiempo, claro. No me gustó como quedo el dibujo, así que lo deje de lado, no rompí el papel, tal vez luego me serviría, no lo sé. Luego de gastar como unas 15 hojas en dibujos sin sentido, decidí ponerme a escribir, el tema era... ¿Qué escribir?... No se me ocurría nada. Miraba la hoja, le hablaba a ver si me daba una respuesta... Empecé a rodar por la habitación a ver si se me ocurría algo. En un momento me dí por vencido, pero el foco se prendió. Recordé que me quedaba poco tiempo allí, así que decidí escribir una carta de despedida a todos aquellos que me acompañaron durante este año y medio allí dentro, desde los doctores a mi compañero de habitación.
Escribí por un buen rato, hasta que se abrió la puerta, era uno de los enfermeros diciendome que ya podía salir. Tomé los papeles, los lápices y me retiré de la habitación. No era aún horario de ir a las habitaciones, así que decidí ir a la sala de estar. Me senté a terminar de escribir, pero uno de mis viejos compañeros de terapia de grupo comenzó a tener un ataque epiléptico... Los gritos, eso era lo que me volvían loco, tiré todo y me retiré de ahí. Comencé a hiperventilar, me tapaba los oidos, pero todavía escuchaba sus gritos de dolor. 'Callenlo!! Callenlo!!' empecé a ordenar 'Callenlo por favor'; en eso miles de recuerdos vinieron a mi mente. Otra vez comenzaba a volverme loco y tenían que controlarme.

Esta vez no me llevaron a la habitación fea, me pusieron en una de esas camas donde te atan de manos y pies. Silencio, oh glorioso silencio, como te extrañé. Estaba con una enfermera, quien dichosamente tendría que estar cuidandome, pero se quedó dormida... Jah, típico... ¿Cuándo van a poner alguna atenta?... Algún día me quejaré... Cuando salga de aquí. Cerré los ojos e intenté dormirme de nuevo, pero miles de recuerdos venían a mi mente, recuerdos de gritos, gente lastimada y de nuevo, todos estaban alrededor mio, intentando calmarme y la oscuridad vino de nuevo.
Los calmantes hicieron que el dolor de cabeza se vaya y que las visiones no aparezcan por unas horas... Como me veían un poco mejor me soltaron de la cama y me dejaron dar vueltas por el patio. Decidí tomar mis hojas y terminar mi carta de despedida. Era muy larga, a decir verdad, ya iba por la segunda carilla, y eso que mi letra no es del todo grande.
Terminé de escribir y decidí ir a mi cuarto a guardarla. Al entrar vi que mi cama estaba desecha, decidí armarla para poder a la noche dormir cómodamente, pero cuando tomé las sábanas, automáticamente las coloqué alrededor de mi cuello, no sé por qué... Cerré la puerta de mi habitación y comencé a tirar de cada una de las puntas de la sábana, cada vez más y más. En un momento vi que no funcionaba, así que até los extremos de la sábana a la cabezilla de la cama y comencé de espaldas a la cama a intentar caminar y que el aire no pueda pasar más... Intento fallido, se me desató. 'Bueno...' me dije 'Mañana intentaré de nuevo' y me terminé de armar la cama.
Al día siguiente fui directamente al patio, empecé a buscar, no sé qué, pero empecé a buscar. No sabía que quería, pero lo buscaba. De nuevo, un grito, de nuevo, los calmantes, de nuevo, la habitación vacía.

Cuando volví a estar conciente ya era de noche, toque la puerta y me la abrieron en el momento. Al parecer era ese día del mes en el que mi abuela me manda comida. Me llevaron al comedor, donde no había nadie, como es típico de esos días para que no hayan problemas; en eso, sobre la mesa, encontré lo que buscaba, eso era lo que buscaba... Tomé la bolsa y salí corriendo hacía mi habitación... Mi compañero, ni sus cosas, se encontraban... Al parecer murió, no lo sé, no me interesa... Trabé la puerta con una silla. Escuchaba los gritos de los enfermeros diciendo que salga. 'No, no saldré! No saldré más!" comencé a decir, y sin dudarlo, até la bolsa en mi cabeza; tenía olor a la casa de mi abuela, lugar donde pase tantas cosas. El aire dentro de la bolsa se acababa y me costaba respirar, pero no me importó, el olor que tenía era el que me mantenía... La puerta cada vez más era golpeada. En eso miles de recuerdos vinieron a mi, y comencé a gritar, y a gritar todo lo que pude... En un momento a otro, me estaba viendo tirado en el piso, con una bolsa en la cabeza... 'Que pintoresca forma de morir!" pensé y me marché de la habitación, mientras veía como los enfermeros quedaban horrorizados a ver mi cadaver...

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