miércoles, junio 2

EL MAESTRO DE ARMAS - 'Dos Manos' [Reinos Olvidados - El Elfo Oscuro I - La Morada] {fragmento}

...Zak se dirigió hacia su habitación privada, consciente de que era mejor dejar a Drizzt a solas en aquel primer contacto con las armas.
Al llegar a la puerta, el maestro de detuvo y se volvió para mirar al joven Do'Urden. Drizzt había cogido una larga y pesada alabarda, que casi lo doblaba en altura, y la movía lentamente en un arco. Pero, a pesar de todos sus intentos por mantenerla controlada, el impulso de la alabarda acabó por tumbarlo al suelo.
Zak escuchó el sonido de su propia risa, pero la carcajada sólo sirvió para recordarle la dura realidad de su tarea. Entrenaría a Drizzt, como había hecho con otro millar de jóvenes elfos oscuros antes que a él, para convertirlo en un guerrero y prepararlo para los rigores de la Academia y los peligros de la vida en Menzoberranzan. Enseñaría a Drizzt a ser un asesino.
<<¡Qué poco adecuado parece ese manto para su naturaleza!>>, pensó Zak. Drizzt sonreía con demasiada facilidad; la idea de que se pudiese hundir su espada en el corazón de otro ser vivo, le repugnó. Ésa era la manera de proceder de los drows, una manera a la que Zak había sido incapaz de oponerse en sus cuatrocientos años de vida. Apartó la mirada de Drizzt, entretenido con las armas, entró en su habitación y cerró la puerta.
-¿Son todos así? - Preguntó en voz alta en la soledad espartana de su cuarto -. ¿Tienen todos los niños drows la misma inocencia, la misma sonrisa pura y tan delicada que no puede sobrevivir a la fealdad de nuestro mundo?
Zak se dirigió hacia la pequeña mesa ubicada a un costado de la habitación, con la intención de levantar la cubierta del globo de cerámica que proporcionaba luz al cuarto. Al ver que no podía apartar de su mente la expresión de alegría de Drizzt ante el descubrimiento de las armas, cambió de idea y decidió acostarse.
-¿O acaso eres único, Drizzt Do'Urden? - susurró, dejándose caer sobre los almohadones del lecho-. Y, si eres tan diferente, entonces ¿cuál es la causa? ¿La sangre, mi sangre, que corre por tus venas como una maldición? ¿O los años que has pasado junto a tu nodriza?
Zak se cubrió los ojos con un brazo y buscó las respuestas a sus muchos interrogantes. Llegó a la conclusión de que Drizzt se apartaba de la norma, aunque no sabía si debía atribuirlo a Vierna o a sí mismo.
Al cabo de un rato se durmió, pero el sueño no le sirvió de consuelo. La misma pesadilla de siempre perturbó su descando: un recuerdo que se negaba a desaparecer.
Zaknafein escuchó otra vez los gritos de los niños de la casa DeVir mientras los soldados Do'Urden -soldados que él mismo había entrenado- los asesinaban.
-¡Éste es diferente! -gritó Zak, al tiempo que saltaba de la cama. Con una mano temblorosa se enjugó el sudor frío que le empapaba el rostro.
<<¡Éste es diferente!>>, se dijo. Necesitaba creer que era verdad.

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